sábado

Miedo al miedo


Muchas veces, más que el dolor en sí, es el miedo al sufrimiento lo que nos paraliza. Y vivimos protegiéndonos preventivamente de un golpe que nunca llega; y es tal el miedo que apenas si respiramos, no vaya a ser que el dolor nos encuentre por el camino.
A esas alturas el daño más grande ya está hecho, nos lo hemos infringido nosotros mismos. A lo único que hay que temer, en realidad, es al miedo, porque todo lo demás tarde o temprano pasa de largo.
No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista por tanto tiempo.

jueves

El cubano de a pie

cuba


El cubano de a pie va por la calle llevando su desesperación a la espalda cual si fuera una mochila, con su jabita de nailon a la caza de un sueño comestible, pensando en si logrará ganarle la batalla al día. No es fácil, dice, y sigue cuesta arriba sin llegar a ninguna parte.
Mas nadie piense que el cubano de a pie tiene un carácter agrio producto de su desesperanza ya crónica, nada más lejos de su naturaleza alegre. Aunque le sobren los motivos para estar desanimado y triste, él lleva la sonrisa en ristre como el arma más eficaz a la hora de librar su batalla cotidiana...
Con la carcajada escandalosa presta, como una ráfaga que atraviesa su mal y lo cosquillea; con el chiste en la punta de la lengua, preparado para alegrarle la tarde a cualquiera. Siempre dispuesto a tomarse un trago, a tirar un pasillo, a cantar a viva voz una canción de moda. A burlarse de la chismosa de la esquina, a plantar la mesa del dominó en donde sea, jaraneando, en la guasa constante y en el choteo.
El cubano de a pie sonríe todo el tiempo en la tarima de la vida, aunque lleve la procesión por dentro... y al llegar a casa mire a su alrededor y se desinfle. Y ya desde de la cama, piense desarmado al final del día: ¿tendré ganas mañana de seguir riendo?



Sálvese quien pueda, una novela muy tragicona: Disponible en Amazon

sábado

Vírgenes de alma

Hace cuestión de un par de semanas, mi niña, que tiene ocho años, volvió llorando del colegio. Su mejor amiga la había traicionado contándole a todos un secreto que la puso en evidencia delante de sus compañeros. Como es lógico se sintió decepcionada, dolida. Lloró mucho. Me dijo que no jugaría con ella nunca más, que no estaba dispuesta a que volviera a hacerle daño. Al día siguiente no quería ir al cole con tal de no verla, pero volvió... 

El tiempo fue pasando y puso las cosas en su sitio. Ahora ya ni se acuerda de aquella afrenta. Juegan juntas a la hora del patio, a la salida van andando juntas hasta el semáforo donde, cada tarde, los padres recogemos a los críos. Es lo que tienen los niños, un corazón generoso, virgen, dispuesto a perdonar siempre,  quizás los adultos deberíamos aprender de ellos. Desde luego son más felices, seríamos más felices si aprendiéramos a perdonar desde dentro, con lo que ello conlleva: el olvido. De eso se trata, de volver a ser vírgenes de alma. Ya no para poner la otra mejilla, para que vuelvan a hacernos daño, sino para poder vivir sin arrastres, sin condicionamientos, sin expectativas negativas. Vírgenes para volver a entregarnos, para volver a sentir intensamente como si fuéramos niños pequeños. 

jueves

Empezar por el principio

Cien años de Soledad
Macondo, Cien años de Soledad
Como todo en esta vida, las novelas también se empiezan por el principio, y ha de ser justamente el principio la parte más atrayente de la historia, el anzuelo que enganche al lector y lo motive lo bastante como para seguir leyendo...

Según Joaquín Roy, catedrático de Jean Monet y director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami, desde el punto de vista de la redacción, la técnica del LEAD, consiste en la ubicación, al inicio de un artículo de esencia periodística, de los hechos básicos de la crónica. 
En la estructura de la “pirámide invertida”, la combinación de “qué”, “quién”, “cuándo”, “dónde”, “cómo”, y (quizá) “por qué”, es el aperitivo con el que el autor intenta atrapar la atención del lector. 
En el resto del escrito, el autor va completando los detalles, satisfaciendo con dosis calculadas los diversos deseos o expectativas del lector. Este código de redacción, impuesto con rigurosidad a los periodistas, consistía en una serie de normas que podrían resumirse en unas pocas técnicas: 
-Oraciones cortas
-Construcciones afirmativas
-Abstención de frases subordinadas
-Palabras correctamente elegidas y huérfanas de connotaciones oscuras. 
(leer más en http://www.ipsnoticias.net/2014/04/el-lead-tecnica-de-garcia-marquez/) 

Para ilustrar cuan importantes son los primeros párrafos de una historia, os relaciono a continuación los comienzos de García Márquez, que en la técnica del Lead era todo un maestro... 


La hojarasca (1955)

«De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos; rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable». 


El coronel no tiene quien le escriba (1961) 

 «El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata». 

La mala hora (1962) 

«El padre Ángel se incorporó con un esfuerzo solemne. Se frotó los párpados con los huesos de las manos, apartó el mosquitero de punto y permaneció sentado en la estera pelada, pensativo un instante, el tiempo indispensable para darse cuenta de que estaba vivo, y para recordar la fecha y su correspondencia en el santoral». 


Cien años de soledad (1967) 

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». 

Relato de un náufrago (1970) 

 «El 22 de febrero se nos anunció que regresaríamos a Colombia. Teníamos ocho meses de estar en Mobile, Alabama, Estados Unidos, donde el A.R.C. ‘Caldas’ fue sometido a reparaciones electrónicas y de sus armamentos. Mientras reparaban el buque, los miembros de la tripulación recibíamos una instrucción especial. En los días de franquicia hacíamos lo que hacen todos los marineros en tierra: íbamos al cine con la novia y nos reuníamos después en ‘Joe Palooka’, una taberna del puerto, donde tomábamos whisky y armábamos tina bronca de vez en cuando». 


La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada (1972) 

«Eréndira estaba bañando a la abuela cuando empezó el viento de su desgracia. La enorme mansión de argamasa lunar, extraviada en la soledad del desierto, se estremeció hasta los estribos con la primera embestida. Pero Eréndira y la abuela estaban hechas a los riesgos de aquella naturaleza desatinada, y apenas si notaron el calibre del viento en el baño adornado de pavorreales repetidos y mosaicos pueriles de termas romanas». 


«La tercera resignación», primer cuento de «Ojos de perro azul» (1972) 

 «Allí estaba otra vez ese ruido. Aquel ruido frío, cortante, vertical, que ya tanto conocía pero que ahora se le presentaba agudo y doloroso, como si de un día a otro se hubiera desacostumbrado a él. 


El otoño del patriarca (1975) 

«Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de alambre de las ventanas y removieron con sus alas el tiempo estancado en el interior, y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos con una tibia y tierna brisa de muerto grande y de podrida grandeza». 


Crónica de una muerte anunciada (1981) 

 «El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros». 


El amor en los tiempos del cólera (1986) 

 «Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años. El refugiado antillano Jeremiah de Saint-Amour, inválido de guerra, fotógrafo de niños y su adversario de ajedrez más compasivo, se había puesto a salvo de los tormentos de la memoria con un sahumerio de cianuro de oro». 

 El general en su laberinto (1989) 

 «José Palacios, su servidor más antiguo, lo encontró flotando en las aguas depurativas de la bañera, desnudo y con los ojos abiertos, y creyó que se había ahogado». 



«Buen Viaje señor presidente», primer relato de «Doce cuentos peregrinos» (1992) 

 «Estaba sentado en el escaño de madera bajo las hojas amarillas del parque solitario, contemplando los cisnes polvorientos con las dos manos apoyadas en el pomo de plata del bastón, y pensando en la muerte». 


 Del amor y otros demonios (1994)

«El 26 de octubre de 1949 no fue un día de grandes noticias. El maestro Clemente Manuel Zabala, jefe de redacción del diario donde hacía mis primeras letras de reportero, terminó la reunión de la mañana con dos o tres sugerencias de rutina». 


Noticia de un secuestro (1996) 

 «Antes de entrar en el automóvil miró por encima del hombro para estar segura de que nadie la acechaba. Eran las siete y cinco de la noche en Bogotá. Había oscurecido una hora antes, el Parque Nacional estaba mal iluminado y los árboles sin hojas tenían un perfil fantasmal contra el cielo turbio y triste, pero no había a la vista nada que temer. Maruja se sentó detrás del chofer, a pesar de su rango, porque siempre le pareció el puesto más cómodo». 


Vivir para contarla (2002)

«Mi madre me pidió que la acompañara a vender la casa. Había llegado a Barranquilla esa mañana desde el pueblo distante donde vivía la familia y no tenía la menor idea de cómo encontrarme. Preguntando por aquí y por allá entre los conocidos, le indicaron que me buscara en la librería Mundo o en los cafés vecinos, donde iba dos veces al día a conversar con mis amigos escritores». 


 Memoria de mis putas tristes (2004) 

«El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios».


sábado

Adiós a García Márquez

Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez
Se ha ido Gabo, que más que Gabo era un mago, un prestidigitador de la palabra... En sus libros suena una música de fondo, una música inconfundible, engastada en la misma trama de su prosa envolvente y engatusadora. Dejando aparte la polémica de quiénes fueron sus amigos, no se puede negar que la literatura universal ha perdido a un peso pesado. 

Anda ya de vuelta a casa por el camino de la sierra, abriéndose paso entre lirios sangrientos y salamandras doradas. Hacia las tres de esta misma tarde, jaleado por los pífanos, tambores y sonajas de los gitanos, ha hecho entrada triunfal en Macondo: ese pueblo pequeño a la orilla del río pedregoso de casas con paredes de espejo.
Hasta allá se han desplazado desde otros libros, la Cándida Eréndira, Esteban, Juvenal Urbino, Santiago Nasar, la pequeña Sierva María y un sartal de personajes que se acercan a recibirlo y lo saludan, y le agradecen. 
Aureliano Buendía, alertado por los gritos de Úrsula, sale del fondo de la casa y enseguida lo reconoce. Se funden en el abrazo que se deben... 
Y cuando todos los demás, agotados por los festejos de bienvenida, vuelven a sus respectivas historias, ellos dos se sientan a conversar en el porche, sin prisa, hasta que cae la noche sobre el personaje y sobre el hombre. 
Pero no nos equivoquemos, este no podría ser de ningún modo el final del cuento, pues para los grandes, hayan sido de carne y hueso o de papel y tinta, seguirá amaneciendo cada día en el corazón, en la mente y en los sueños de quienes los hemos leído y a pesar de la muerte seguiremos haciéndolo.

viernes

Aguaceros tropicales


Si hay algo que echo en falta de Cuba, además de la familia, son los aguaceros. En Cuba cuando llueve, llueve con ganas. No es algo improvisado, la atmósfera se toma su tiempo. Urde su plan sin prisa en las capas más altas.
Poco a poco se va oscureciendo el cielo, se levanta el aire de agua. El ambiente se carga de iones negativos que siendo negativos, curiosamente, son los buenos para el ánimo. El olor a tierra mojada avisa de que ya llega. Y cuando por fin llega es un alivio que libera la presión que se ha estado acumulando, como cuando a la olla exprés se le tensa la tapa hasta que el pitssss del vapor estalla y empieza a bailar la válvula.
Los aguaceros tropicales caen como densas trombas de agua, dejan la atmósfera limpia y la sensación de habernos quitado un gran peso de encima. Sofocan los calores, barren la porquería de las calles, aunque hacen que a más de uno se le despeguen los zapatos, que el cirujano vascular que está en medio de un baipás coronario no se concentre en el quirófano, porque teme que se le esté mojando el colchón nuevo que le dieron por el partido con la gotera que cae justo encima de su cama.
Los niños, en cambio, los disfrutan especialmente, chapoteando descalzos en los charcos. Ajenos a todo, sin pensar en nada. Simplemente siendo ellos mismos. Para mí, esa es la imagen de la felicidad por excelencia: la infancia feliz y despreocupada. Nos pasamos toda la vida intentando volver a ese punto, y cuando por fin volvemos, por desgracia, se nos acaba el viaje
Supongo que quizás por esa constante búsqueda, esa necesidad de retorno al pasado, me gustan tanto los aguaceros tropicales. Hacen que me sienta más cerca de mi casa: mi casa que no está hecha de paredes ni ventanas; ni de ciudades, ni de gentes siquiera; que no conoce de bandos ni de banderas ni de nacionalidades. Es la primera y la última morada de mi alma. El Alfa y el Omega. Mi centro, mi núcleo, el hueso alrededor del cual se organiza la carne de mi mundo, y que será adonde vuelva inexorablemente, cuando todo lo demás haya pasado.

martes

Vámonos al Parque Lenin



Cuando se inauguró el Parque Lenin yo todavía no había nacido. Mira si tiene años. La de niños, y no tan niños, que  habrán pasado por él. 
De pequeña, mis padres me llevaban algún domingo que otro. Me lo pasaba en grande, aunque básicamente íbamos a hacer colas: colas para comprar los tiques y subir a las atracciones, para comer un perrito caliente, un "peter" o unas africanas.
A pesar de todo, recuerdo aquellos días con un cariño especial. Incluso, y sé que algunos pensarán que soy hija del maltrato, echo de menos las colas. 
Es lo que tiene la distancia, que distorsiona la realidad y embellece los recuerdos. Tanto es así que, por más que busco, no encuentro en ningún frankfurt el sabor de aquellos perros. Jamás un chocolate ha vuelto a saberme como entonces. 
Los tiempos pasados, por malos que hayan sido, casi siempre parecen mejores. Desde luego, se recuerdan con mejor sabor de boca. 
El próximo 22 de abril el Parque Lenin celebrará su aniversario; sería maravilloso si los festejos estuvieran a la altura de las expectativas. Inicialmente hay varias actividades programadas y espacio para desarrollarlas no le falta. Tiene una extensión de 745 hectáreas y y más de 200 mil árboles que si hablaran... ¡Ay!  Si esos árboles hablaran, si esos árboles contaran todo lo que han visto en estos años, desde un Reinaldo Arenas escondido durante dos meses de la policía, a mediados de los setenta, hasta las niñas de quince desvirgadas a la vera del río.
Solo espero que al menos le hayan lavado un poco la cara en ocasión de su onomástica. La última vez que estuve daba pena ver algunas cafeterías abandonadas, y más de la mitad de las atracciones fuera de funcionamiento. 
Ojalá que cumplir años le sirva para algo bueno.

TURRONES AMARGOS

     Esta mañana al llegar al trabajo me han dado una mala noticia. A las dos y media despedirán a uno de mis compañeros. La in...