domingo

Cuestión de enfoque


 
Más allá de los disfraces y las caretas, detrás de todos los artificios que impone la condición social, la raza, la ideología o la religión, el ser humano comparte la misma esencia. Podemos enfocarnos en nuestras similitudes y tendremos un mundo gobernado por la tolerancia y el entendimiento. O podemos enfocarnos en nuestras diferencias y cada día encontraremos nuevos motivos para entrar en guerra. 
Una vez más, la decisión es nuestra.

lunes

A ritmo de tambor




A ritmo de tambor el tiempo vuela
penando los abuelos se despiden
llorando los recién nacidos llegan. 

A ritmo de tambor el tiempo pasa
bailando en la comparsa de la vida
unos vienen y otros marchan
todos quedan cual fantasmas
atrapados en la fiesta por un día.

A ritmo de tambor el tiempo suena
hueco como una sonaja vacía.

martes

El miedo




El miedo en algunos momentos puede salvarte la vida, pero la mayoría del tiempo es irracional. Levanta una cortina de humo a tu alrededor que parece sólida como un muro de piedras... y vas tú, y te confinas en esa cárcel imaginaria por tu propia voluntad... 
Mas todo tiene solución. Ármate de valor, confía y comprueba que no es más que un espejismo, que las paredes que te rodean no están hechas de ladrillos, sino de niebla y, a poco que te decidas, se disiparán.

miércoles

El adjetivo y sus arrugas, Alejo Carpentier

Alejo Carpentier
Alejo Carpentier

Los adjetivos son las arrugas del estilo. Cuando se inscriben en la poesía, en la prosa, de modo natural, sin acudir al llamado de una costumbre, regresan a su universal depósito sin haber dejado mayores huellas en una página. Pero cuando se les hace volver a menudo, cuando se les confiere una importancia particular, cuando se les otorga dignidades y categorías, se hacen arrugas, arrugas que se ahondan cada vez más, hasta hacerse surcos anunciadores de decrepitud, para el estilo que los carga. Porque las ideas nunca envejecen, cuando son ideas verdaderas. Tampoco los sustantivos. Cuando el Dios del Génesis luego de poner luminarias en la haz del abismo, procede a la división de las aguas, este acto de dividir las aguas se hace imagen grandiosa mediante palabras concretas, que conservan todo su potencial poético desde que fueran pronunciadas por vez primera. Cuando Jeremías dice que ni puede el etíope mudar de piel, ni perder sus manchas el leopardo, acuña una de esas expresiones poético-proverbiales destinadas a viajar a través del tiempo, conservando la elocuencia de una idea concreta, servida por palabras concretas. Así el refrán, frase que expone una esencia de sabiduría popular de experiencia colectiva, elimina casi siempre el adjetivo de sus cláusulas: "Dime con quién andas...", " Tanto va el cántaro a la fuente...", " El muerto al hoyo...", etc. Y es que, por instinto, quienes elaboran una materia verbal destinada a perdurar, desconfían del adjetivo, porque cada época tiene sus adjetivos perecederos, como tiene sus modas, sus faldas largas o cortas, sus chistes o leontinas.
El romanticismo, cuyos poetas amaban la desesperación -sincera o fingida- tuvo un riquísimo arsenal de adjetivos sugerentes, de cuanto fuera lúgubre, melancólico, sollozante, tormentoso, ululante, desolado, sombrío, medieval, crepuscular y funerario. Los simbolistas reunieron adjetivos evanescentes, grisáceos, aneblados, difusos, remotos, opalescentes, en tanto que los modernistas latinoamericanos los tuvieron helénicos, marmóreos, versallescos, ebúrneos, panidas, faunescos, samaritanos, pausados en sus giros, sollozantes en sus violonchelos, áureos en sus albas: de color absintio cuando de nepentes se trataba, mientras leve y aleve se mostraba el ala del leve abanico. Al principio de este siglo, cuando el ocultismo se puso de moda en París, Sar Paladán llenaba sus novelas de adjetivos que sugirieran lo mágico, lo caldeo, lo estelar y astral. Anatole France, en sus vidas de santos, usaba muy hábilmente la adjetivación de Jacobo de la Vorágine para darse "un tono de época". Los surrealistas fueron geniales en hallar y remozar cuanto adjetivo pudiera prestarse a especulaciones poéticas sobre lo fantasmal, alucinante, misterioso, delirante, fortuito, convulsivo y onírico. En cuanto a los existencialistas de segunda mano, prefieren los purulentos e irritantes.
Así, los adjetivos se transforman, al cabo de muy poco tiempo, en el academismo de una tendencia literaria, de una generación. Tras de los inventores reales de una expresión, aparecen los que sólo captaron de ella las técnicas de matizar, colorear y sugerir: la tintorería del oficio. Y cuando hoy decimos que el estilo de tal autor de ayer nos resulta insoportable, no nos referimos al fondo, sino a los oropeles, lutos, amaneramientos y orfebrerías, de la adjetivación.
Y la verdad es que todos los grandes estilos se caracterizan por una suma parquedad en el uso del adjetivo. Y cuando se valen de él, usan los adjetivos más concretos, simples, directos, definidores de calidad, consistencia, estado, materia y ánimo, tan preferidos por quienes redactaron la Biblia, como por quien escribió el Quijote.



Fuente: www.Ciudadseva.com

domingo

2.- Sálvese quien pueda

"Sálvese quien pueda" en la Feria del libro de Miami junto a otros libros de autores independientes, gracias a la iniciativa de Marlene Moleon, de Eriginal Books. Una alegría que no podía dejar de compartir.

Feria del libro de Miami
Feria Internacional del libro de Miami
Feria del libro de Miami
Feria Internacional del libro de Miami

jueves

Virgilio Piñera

Virgilio Piñera
Virgilio Piñera
Virgilio Piñera: poeta, narrador y dramaturgo cubano, nacido en Matanzas el 4 de agosto de 1912. 
Es una de las figuras más importantes de las letras cubanas. A partir de 1971, y hasta su muerte el 18 de octubre de 1979, fue silenciado por las instituciones culturales cubanas, en gran parte debido a sus diferencias ideológicas y a su condición de homosexual.


"Isla"


Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?



"Fragmentos de la isla en peso"


La maldita circunstancia del agua por todas partes
me obliga a sentarme en la mesa del café.
Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer
hubiera podido dormir a pierna suelta.
Mientras los muchachos se despojaban de sus ropas para nadar
doce personas morían en un cuarto por compresión.
Cuando a la madrugada la pordiosera resbala en el agua
en el preciso momento en que se lava uno de sus pezones,
me acostumbro al hedor del puerto,
me acostumbro a la misma mujer que invariablemente masturba,
noche a noche, al soldado de guardia en medio del sueño de los peces.
Una taza de café no puede alejar mi idea fija,
en otro tiempo yo vivía adánicamente.
¿Qué trajo la metamorfosis?
[…]
Hay que saltar del lecho y buscar la vena mayor del mar para desangrarlo.
Me he puesto a pescar esponjas frenéticamente,
esos seres milagrosos que pueden desalojar hasta la última gota de agua
y vivir secamente.
[…]
Llegué cuando daban un vaso de aguardiente a la virgen bárbara,
cuando regaban ron por el suelo y los pies parecían lanzas,
justamente cuando un cuerpo en el lecho podría parecer impúdico,
justamente en el momento en que nadie cree en Dios.
Los primeros acordes y la antigüedad de este mundo:
hieráticamente una negra y una blanca y el líquido al saltar.
[…]
Los cuerpos en la misteriosa llovizna tropical,
en la llovizna diurna, en la llovizna nocturna, siempre en la llovizna,
los cuerpos abriendo sus millones de ojos,
los cuerpos, dominados por la luz, se repliegan
ante el asesinato de la piel,
los cuerpos, devorando oleadas de luz, revientan como girasoles de fuego
encima de las aguas estáticas,
los cuerpos, en las aguas, como carbones apagados derivan hacia el mar.
[…]
Bajo la lluvia, bajo el olor, bajo todo lo que es una realidad,
un pueblo se hace y se deshace dejando los testimonios:
un velorio, un guateque, una mano, un crimen,
revueltos, confundidos, fundidos en la resaca perpetua,
haciendo leves saludos, enseñando los dientes, golpeando sus riñones,
un pueblo desciende resuelto en enormes postas de abono,
sintiendo cómo el agua lo rodea por todas partes,
más abajo, más abajo, y el mar picando en sus espaldas;
un pueblo permanece junto a su bestia en la hora de partir,
aullando en el mar, devorando frutas, sacrificando animales,
siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla;
el peso de una isla en el amor de un pueblo.


"Cuando vengan a buscarme"

Cuando vengan a buscarme
para ir al baile de cojos,
diré que no uso muletas
que mis piernas están intactas.
Bailaré chacha y son
hasta caerme en pedazos
pero ellos insistirán en llevarme
a ese baile extraño.
Con dos hachazos estaré listo,
con dos muletas iré remando,
y cuando entre por esa puerta
me pondrán una coja en los brazos.
Ella me dirá: ¡ Amor mío!,
yo le diré: ¡ Mi adorada!,
¿cómo fue lo de tus piernas?
¡cuéntame , que estoy sangrando!
Ella, con gran seriedad,
me contará que fue a palos,
pero haciendo de sus tripas
corazón como un brillante,
lanzará una carcajada
que retumbara en la sala.
Después, daremos las vueltas
de estos casos obligados,
saludaremos a diestra y a siniestra
y a muletazos.
Y cuando nadie lo espere,
a las dos de la mañana,
vendrá el verdugo de los cojos
para que no queden rastros.

viernes

Todos para uno y uno para todos


Qué probabilidad de sobrevivir tiene un cuerpo donde cada uno de sus miembros va por libre, donde la sangre ha de pagar peaje al pasar del pie a la pierna, del brazo al torso, del cuello a la cabeza. Donde tiene que pedir visa el alimento para cruzar la frontera del estómago. Donde viven en guerra constante el hígado y los riñones, el esófago y la garganta, y un ejército de dientes mantiene a la lengua subyugada, preventivamente, solo por si algún día se desmanda.... Donde, mientras todo esto sucede, el corazón mira para otro lado y el cerebro aprovecha la confusión y el caos para hacer caja por su cuenta.
Qué probabilidades de supervivencia tiene un cuerpo cuyos órganos enfrentados se hacen la puñeta a diario. Y en su lucha por proclamarse brazo, por ser riñón, por ser diente, por ser ojo... se olvidan que nada son si no son parte, y como tal se comportan, de un todo que los trasciende.

TURRONES AMARGOS

     Esta mañana al llegar al trabajo me han dado una mala noticia. A las dos y media despedirán a uno de mis compañeros. La in...