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La bella Habana |
De joven, la bella Habana era una mulata zalamera y voluptuosa. Con su andar confiado de hembra sabedora de sus dones, hacía perder la cabeza a todo aquél que se arrimaba a sus costas; a los que iban en busca de alguna otra cosa y se quedaban para siempre prendados de su encanto.
La Habana hermosa de aquellos años, relumbraba como pocas ciudades del Caribe. Podía haber elegido un buen partido, pero se casó con su mayor verdugo. Fue solo cuestión de tiempo que acabara desprovista de su gloria.
Desde entonces, Cuba se ha ido consumiendo en su tristeza, en su soledad de isla sola. Muchos de sus hijos se han marchado, han muerto en el camino muchos otros, mas ella sobrevive a su desgarro como puede.
Hoy que es una vieja desdentada, no sabe ya de tanto esperar qué es lo que espera...
Es tan triste contemplar una vejez de cerca, con sus achaques, sus arrugas, sus derrumbes. Con lo que ha sido La Habana, señores, con lo que ha sido... y mira lo que nos queda de ella. Lo que nos han dejado.
Es tan triste contemplar una vejez de cerca, con sus achaques, sus arrugas, sus derrumbes. Con lo que ha sido La Habana, señores, con lo que ha sido... y mira lo que nos queda de ella. Lo que nos han dejado.