Más
allá de los disfraces y las caretas, detrás de todos los artificios
que
impone
la condición social, la raza, la ideología o la religión, el ser
humano comparte la misma esencia. Podemos enfocarnos en nuestras similitudes
y tendremos un mundo gobernado por la tolerancia y el entendimiento. O
podemos enfocarnos en nuestras diferencias y cada día encontraremos nuevos
motivos para entrar en guerra.
Una vez más, la decisión es nuestra.
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