viernes

He aquí que la vida no avisa...


He aquí que la vida no avisa
más que con esas piedritas
que nos lanza de tanto en tanto
cuando vemos arder la barba de los otros.
Por qué será que los muertos ajenos
duelen mucho menos
que los muertos propios,
como si la intensidad de la muerte
no fuera la misma para todos.

Con el corazón poblado de pequeños fracasos
como gorriones grises,
como gorriones tristes
que se posan sobre el tendido eléctrico
de un pueblo sin esperanza
así nos vamos quedando solos...
Pero acompañados.

Cuando uno sabe que va a morirse algún día
finalmente,
aprende a ser en vida un muerto digno
un futuro difunto eximido
del peso de ser él mismo 

para siempre.


Janet Guerra.

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